Guerra de los Sexos

Guerra de los Sexos


El Subteniente Henríquez patrulla el entorno de su batallón estacionado en la costa oeste de la zona asignada por el alto mando como teatro de operaciones. Ausculta el horizonte con sus poderosos prismáticos y divisa los últimos componentes de una formación enemiga abandonando sigilosamente una playa distante a unos kilómetros más adelante, mientras un buque de desembarco enemigo se aleja rápidamente, de la misma, en dirección a alta mar. Rápidamente se apersona donde su Coronel.

-Mi Coronel tenemos cuatro tanques enemigos a las 1300.

-¿No serán de los nuestros?

-No, mi Coronel. Estos tanques vienen con los cañones enfundados en mangas de color rosado con aplicaciones de macramé en rojo y celeste. El cuerpo del blindado está cubierto por una funda de chenille color rojo fucsia.

-¡Mierda!, ¡las castradoras!

-Sí, mi Coronel.

-Ordene a nuestros blindados que se sitúen en posición 1400 y 1500 para iniciar una maniobra de pinzas.

-Mi Coronel, los tanques no están.

-¿Cómo que no están, dónde van a estar?

-Mi Coronel, mi Teniente González-Etxeverría junto a mi Teniente Matte los tomaron prestados para ir donde las chiquillas.

-¿Por qué usted nombra en un caso dos apellidos y en otro uno sólo?

-Mi Coronel, resulta que el apellido González es como decir, decir… ¡González!, y Matte es como decir... ¡Matte!

-¿Usted dice así para distinguir a González de otros González?

-Sí, mi Coronel, lo que usted diga mi Coronel.

-¡Ah!, bueno, ¿qué me decía de los blindados?

-Mi Coronel, que mi Teniente González-Etxeverría y mi Teniente Matte se fueron en los tanques dónde las chiquillas.

-¿Las chiquillas… chiquillas?

-Si mi Coronel, exactamente, las chiquillas… chiquillas.

-Comuníquese con ese par de huevones y que se vengan inmediatamente.

-Sí, mi Coronel, ¿pero si están…?

-Igual, que se vengan para acá de inmediato.

-Sí, mi Coronel, ¿pero si están… están?

-No importa que estén... estén..., lo podrán continuar en otra ocasión, ¿o no?

-Subteniente Henríquez, preséntese inmediatamente con el Teniente Kast y le transmite lo que acabamos de conversar y que él se comunique de inmediato con ese par de huevones.

-Sargento Muñoz, necesito aquí al Teniente Larraín.

Unos minutos más tarde aparece el Teniente Larraín acompañado por el Sargento Muñoz.

-Teniente Larraín, comuníquese con el Coronel del portaviones 21151 y le pide que mande dos aviones F-16 a destruir la amenaza de blindados enemigos, a las 1300 de nuestra posición.


Un instante más tarde…


-Mi Coronel, no es posible, me comunican que todos los aviones están en mantención preventiva.

-¿Todos?, pero que imbéciles, si hay un ataque del enemigo ¿cómo se van a defender?

-Mi Coronel, en ese caso somos nosotros los que debemos defender a ellos.

-¡Ah!

-Mi Coronel, nos ofrecen usar la artillería del buque contra la formación enemiga.

-Nica’ esos huevones tienen mala puntería y son capaces de darnos a nosotros.

-Dígale al Teniente Kast que venga acá.


Unos pocos minutos después…


-Teniente Kast, ¿qué pasa con nuestros tanques?, ¿ya están en posición de ataque?

-No, mi Coronel, se quedaron sin gasolina, por lo que estamos enviando un tambor de combustible para que puedan llegar acá, necesito su firma en la guía de transporte por si nos paran los del Servicio de Impuestos Internos.

-Mi Coronel, los tanques enemigos se han desplegado y están en las posiciones 1100, 1200, 1300 y 1315

-¿?

-Mi Coronel, desde la posición 1316 a la 1400 hay un cauce infestado de ratas.

-¡Ah!

-Teniente Larraín, ahora me acuerdo que nosotros tenemos ocho tanques, y si hay dos fuera, debiéramos tener seis acá.

-Sí mi Coronel, pero recién los pintamos.

-¡Y ahora se les tenía que ocurrir pintarlos!, ¿cuándo estarán listos?

-Mi Coronel, ¿le hacemos tratamiento de pulido o los dejamos así no más?

-Ya que nos tomamos la molestia, hagamos el trabajo completo, como corresponde.

-Mi Coronel, en ese caso, dos días.

-¿Tanto?, ¿y si los dejamos así no más?

-Mi Coronel, en ese caso, también dos días.

-Pero, ¿por qué se van a demorar lo mismo?

-Mi Coronel, es que en el caso del pulido se aplica un endurecedor de alto rendimiento.

-¿Y en el caso de los así no más?

-Mi Coronel, también se aplica el endurecedor.

-¿Entonces, por qué no les hacen el pulido a todos?

-Mi Coronel, es que en el caso de pulido se aplica, además, un tratamiento de calor.

-¿Y a los otros?

-Mi Coronel, también mi Coronel.

-¡Puta que es huevón este gallo!, dice para sus adentros el Coronel, es mejor que no le pregunte más.

-¿Y los helicópteros, eso es, dónde están los helicópteros?

-Mi Coronel, no sabemos donde están, su salida no fue registrada.

-¿Cómo?, ¡Corte Marcial al responsable!

-Mi Coronel,…ejem… es que…

-¡Chuu…, por la cresta!, ahora me acuerdo que los mandé personalmente al festival aéreo, sin llenar ningún papel, se dice mentalmente el Coronel.

-En esta ocasión no se aplicará Corte Marcial.

-Llamen al Suboficial Rojas.


Al transcurso de unos pocos segundos…


-Suboficial Rojas, vaya con el Sargento Muñoz, el Cabo Gómez y el Cabo Ortiz, a buscar al Cabo Dejalaca, le llevan uniforme limpio y lo sacan del calabozo, pero no dejen que toque o se apoye en nada, absolutamente en nada. A la menor intención de Dejalaca de tocar algo, ustedes le pegan un balazo.


Pocos minutos más tarde aparece Dejalaca ante el Coronel.


-Cabo Dejalaca, usted marchará a pie directamente hacia las posiciones enemigas. Cuando usted sea capturado, les dice que lleva un mensaje de mi parte, que debe transmitir directamente a su Coronela, preste atención.

-Sí, mi Coronel.

-Usted le dice que bss… y bss… y papapá… ¿Entendido?

-Sí, mi Coronel.

-A ver, repítame.

-Le digo a la Coronela que usted dice que bss… y bss… y papapá...

-O.K.

-Cabo Dejalaca, en su marcha hacia el territorio enemigo, si usted se da vuelta hacia nosotros, o se desvía del camino, o si hace cualquier ademán que no sea caminar recto hacia adelante, nuestros francotiradores dispararán a matar. ¿Lo entendió?

-Sí, mi Coronel.

-Sargento Muñoz, Cabo Gómez y Cabo Ortiz, llévenlo a 200 metros de distancia de nuestro límite territorial y lo sueltan. Si se da vuelta, ustedes me lo zurcen a balazos.


Dejalaca ya ha caminado algunos cientos de metros en territorio enemigo y avizora un grupo de soldadas. Se encamina hacia allá, pero no alcanza a dar más de dos pasos y aparecen dos soldadas, una de ellas apuntándole algo más abajo de su cintura.


-Pa’ onde cre’ís que va’i huevón conche…, pone las manos bien arriba o te las vuelo...

-Quítale las armas a este huevón de mierda, dice a su compañera.

-No le encontré ninguna, pero tiene una cuestión dura por ahí.

-A ver, ¡cresta, la huevá’ pa’ dura!

-¡Tirémonos a este saco de huevas!


Y al pobre Dejalaca le dan como bombo en fiesta.


-¿Y a qué venís pa’cá mat’e huevas?

-Traigo un mensaje de mi Coronel para su Coronela.

-Claro huevón y yo tengo pich…

-Oye huevona… mejor lo llevamos pa’llá, puede ser verdad.


Dejalaca advierte que un faldón de la chaqueta de una de las soldadas está desalineado respecto al otro, por lo que sin demora le da un tirón para emparejarlos, pero se queda con él en la mano. La soldada, enfurecida, lo agarra y le da como bombo en fiesta, otra vez, y su compañera, también. Tras caminar unos pocos minutos...


-Mi Coronela, capturamos un soldado enemigo en nuestro territorio. Dice que debe hablar con usted.

-Y ¿qué tenís que hablar conmigo huevón concha…?

-Mi Coronela, traigo un mensaje de mi Coronel para usted.

-Habla pu’h huevón, antes que te saque la cresta.

-Tengo que decírselo al oído para que lo oiga usted solamente.


Dejalaca se aproxima al escritorio de la Coronela y endereza el torcido cable que conecta el monitor del computador, alterando su posición en el piso, justo cuando va pasando una de las soldadas, quien trastabilla en él y va a dar de narices sobre la pantalla del computador, botando ésta al suelo, donde se descalabra totalmente. Afortunadamente para él nadie advirtió su movimiento y el incidente se consideró como provocado por una deficiente instalación eléctrica.


La Coronela hace un gesto a las soldadas para que se retiren.


-Mi Coronel dice que bss… y bss… y papapá…

-¿Y qué se ha imaginado ese huevón concha…? ¡Mira huevón voy a dejar que te vaya’i, pero sólo pa’ que le diga’i a ese concha…, saco de huevas que se meta su bss… y bss… y papapá… por la... ra...!

-Pero antes de irte, ven p’acá.


La Coronela le hace pasar a un cuartucho, detrás de su oficina, y da a Dejalaca como bombo en fiesta.

Al rato la Coronela llama a sus soldadas.


-Me llevan a este huevón hasta el límite de nuestra posición, le pegan una patá’ en la ra..., y que se vaya pa’ onde su Coronel, y si se pone huevón, me lo zurcen a balazos a este concha…


Para allá se dirigieron las soldadas con Dejalaca al medio. Por el camino se miraron maliciosamente entre ellas, y otra vez dieron a Dejalaca como bombo en fiesta.

Pobre Dejalaca, no quería más guerra, quería la paz, y lo antes posible, ojalá de inmediato.

Cuando pasan por el costado de un camión cargado de misiles, una de las soldadas se detiene a abrochar sus bototos, lapso en que Dejalaca aprovecha de descansar apoyándose en la baranda del transporte. Al recibir esta presión, la baranda que sujeta la carga se suelta y cae y, por el desnivel existente en el terreno, los misiles empiezan a caer uno sobre otro, hasta que de tanto friccionarse metal contra metal, un chispazo dispara uno de los proyectiles, el cual sale como bengala en año nuevo, en dirección horizontal, hacia uno de los tanques. Las tripulantes que están dentro, salen rápidamente y toman refugio en un cauce que había allí.

El misil da medio a medio en el blindado haciéndolo mierda, ¡pero mierda, mierda! Parece carnaval pirotécnico, con todos los diferentes objetos envueltos en fuego, que vuelan por los aires e incluso algunos, hacen hermosas piruetas en los cielos.

Las soldadas, refugiadas en el zanjón, avizoran la presencia de las ratas, que allí hay por miles, y presas de histeria colectiva descargan sus armas de fuego contra ellas, sus compañeras acuden a ver qué pasa, y se unen a las anteriores, disparando impulsiva y descontroladamente sobre los asquerosos roedores, hasta que no les queda bala alguna.

En tanto, uno de los trozos de metal que cae entre los misiles, con su calor, activa al más próximo, y éste parte en dirección vertical, y con el calor de sus llamas hace que otro también parta hacia arriba, con una inclinación un poco más hacia los 80°.

Simultáneamente vienen cuatro helicópteros con sus tripulantas, que al ver pasar los proyectiles muy cerca de ellas, creen que la posición ha sido tomada por el enemigo y que están siendo atacadas.

Se van con todo sobre el punto de origen de los proyectiles y descargan cuanto armamento tienen, sobre él. La consecuencia es que todos los misiles se activan y parten en todas direcciones, atraviesan y destrozan barracones, blindados y vehículos que hay por allí. Carpas, árboles, aspiradoras, lavadoras, floreros, ropa tendida, revistas “Play Boy”... ¿?, condones, planchas, tablas para planchar, batas y pantuflas de levantar, adornos de porcelana, postizos, tenazas para alisar el cabello, bigudíes, jugueras, batidoras, moldes para bizcochos, bronceadores, consoladores, vibradores, cremas faciales, escobas, frascos con mermelada casera, maceteros con plantitas y todo lo que se pueda imaginar y no imaginar, vuela por los aires en una glamorosa danza del fuego -que ni Manuel de Falla podría haber concebido- coordinada por las manos de un artista invisible. Después los objetos caen, pero antes de tocar el suelo ¡boom!, y las cosas salen volando otra vez, y cuando vienen de vuelta, antes de tocar tierra, ¡boom! otra vez, y todo hacia las nubes nuevamente. Es una experiencia alucinante, inolvidable, emocionante hasta las lágrimas, exultante. Queda destruido todo, incluido los blindados y los helicópteros (que habían bajado al quedar sin combustible). El pedazo de metal más grande, rescatable de todo lo que quedó, cabe en la palma de una mano, ¡de una niñita!

Lo único que queda en pie son dos letrinas, cimbrándose.

La Coronela y todo el batallón, mira la destrucción ocurrida en menos de 5 minutos, sin encontrar explicación alguna de cómo puede ocurrir un desmadre así. Es que no hay forma que algo o alguien, en todo el mundo, pueda provocar una catástrofe igual, se dicen, desconociendo el pavoroso peligro que representa Dejalaca para el ser humano.

A todo esto, Dejalaca -antes que comience todo el barullo- busca sombra, asiento y descanso de las soldadas –que en cualquier momento pueden darle nuevamente como bombo en fiesta, teme él- bajo un inmenso peñasco, que forma una especie de caverna, bastante cerca de los misiles que cayeron del transporte. Con su imperturbable actitud de siempre, quizá de dónde, saca unos audífonos y un mp4 para disfrutar un momento de relax.

Se dice a sí mismo que, por cierto, el lenguaje ocupado por las integrantes de las tropas enemigas, se puede considerar soez e impropio de damas provenientes de buena familia, e injustamente dirigido hacia una persona caballerosa, culta y sensible como él.

Además, reflexiona, es inconsulto e inopinado, eso de darme como bombo en fiesta cada vez que tienen ocasión. Eso no es de caballeros, se dice.

Al no encontrar en su entorno inmediato a sus celadoras, decide seguir por su cuenta el camino de regreso a su territorio, se incorpora y comienza su retorno. Como es habitual en él, es absolutamente ignorante de lo que ha sucedido a sus espaldas.


Una de las soldadas lo ve y grita.


-¡Allá va, allá va!


Todo el batallón femenino empieza a correr tras Dejalaca, quien piensa…


-¡son demasiadas para que también me den como bombo en fiesta!


Y corre, a más no poder, para alejarse de la turba de enfurecidas mujeres, que le arrojan trocitos de pistolas, piedritas, pedacitos de metal, pedacitos de porcelana, etc. Una vez más en su vida, se ve perseguido por una turba, sin saber a ciencia cierta, por qué. Veleidades humanas, piensa él.

Pero Dejalaca ya lleva mucha ventaja, por lo que las soldadas no siguen la persecución y vuelven a sus ruinas, a llorar sus penas.

Dejalaca ahora más relajado, sigue camino a su campamento. Estando ya internado en su propio territorio, divisa algo como una motocicleta y se dirige a investigar. Dos balazos detienen en seco su curiosidad y le hacen recordar las ominosas palabras de su Coronel.

Llegan el Sargento Muñoz, el Cabo Gómez y el Cabo Ortiz, y lo escoltan hasta el calabozo sin dejar que toque ni se apoye en nada.

El Coronel, al saber que Dejalaca ha vuelto con vida de la posición enemiga, siente un escalofrío recorriendo su espalda y no puede evitar una mueca de decepción en su rostro: preferiría que no hubiese vuelto, desearía no estar jamás cerca de un tipo tan peligroso.


Fin

(Con el valioso aporte de Carolina)

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